CuicacalliYolotl - 09800 Ciudad de México

CuicacalliYolotl se encuentra en: Huizachtepetl Tepeyolotli, testigo de las antiguas acciones y leyendas. En el principio de los tiempos, cuando todo se formaba en la tierra, la gente y las cosas no tenían colores. Bajó Piltzintekutli en un rayo de luz y al cruzar la niebla y la lluvia fina que caía de las nubes inicio su tarea, pintando las montañas, la gente, los animales, el cielo; y todo lo que ven sus ojos, todo fue tomando colorido y hermosura. Cuando se cansaba, se hacía pequeñito para meterse en una flor o envuelto en una hoja para continuar después su trabajo. Dentro de las montañas vivía Corazón del Monte, Tepeyolotli, en las oscuras hondonadas y en las grandes y profundas cavernas; muy de vez en cuando se asomaba a la luz del día. Pero cierta vez, al asomar su cabeza por la boca de una gran cueva, fue grande su asombro al ver todo iluminado y lleno de colores; tardó en acostumbrarse a la luz y al colorido exterior, y como la luminosidad le molestaba, comenzó a refunfuñar -¿Quién era el causante de éstos cambios? Caminando, caminando, llegó hasta donde llegaba el colorido y dio con Piltzintekutli que, atareado, pintaba las flores grandes que parecen escudos del Sol. Esperó a que Piltzintekutli se fuera a descansar en la corola de una flor blanca y grande, y antes de que llegara la oscuridad, tomó los recipientes y sus pinceles de plumas y de pelos de animales, y se los llevó para esconderlos hasta adentro de las montañas. La situación se repitió una y otra vez. Como Piltzintekutli volvía a reponer sus materiales, Tepeyolotli un tanto frustrado decidió visitar al Señor del Fuego que vive en las entrañas de la tierra a quien llaman Huehueteotl. Aprovechando el afecto que éste le tiene, le hace una petición: --“Abuelo Huehueteotl, alguien está haciendo cosas que no me son gratas allá en la falda de Tlalnantzin. Te pido tus grandes braseros de lo alto de las montañas y arrojes fuego para que aquello sea destruido”--. Huehueteotl accede a la petición y comienza a rugir el fuego desde el interior de la tierra subiendo hasta los grandes tlekuiltin para brotar luego en violenta erupción sobre los campos, las aldeas, las lagunas y los bosques. Pero tenía que llegar el abuelo a un momento de reflexión, y él mismo se pregunta por qué le hizo caso a Tepeyolotli sin haber averiguado qué era lo que estaba destruyendo. Se asoma por la boca de una montaña, y se da cuenta de que estaba arruinando algo hermoso. Con actitud severa decide reprender duramente a Tepeyolotli, quien le había hecho hacer algo a ciegas aprovechando el cariño que el abuelo le tenía. Cuando todo se calma, Piltzintekutli vuelve sobre sus pasos tratando de reparar lo destruido, y continúa su trabajo con más vigor que antes. Pero ahora tiene curiosidad por saber quien ocasiona éstos desastres; y cuando va a dormir, finge hacerlo vigilando sus colores. Una noche, observa a Tepeyolotli robando sus cosas y echando a correr entre las sombras penetrando a una caverna oscura. Piltzintekutli lo sigue sin que aquél se dé cuenta y cuando está escondiendo los recipientes, el hijo del Sol se hace presente. Ante el asombro del ladrón le pregunta: ¿Por qué me has hecho esto, acaso no te gusta la belleza?—a lo que Corazón de los Montes responde con amargura que él, viviendo siempre en la oscuridad, envidia lo que Piltzintekutli hace en el exterior, y por eso le roba sus colores. Piltzintekutli amablemente le aconseja que embellezca la parte interna de la Tierra, ya que tiene los materiales, el mismo se ofrece a enseñar a usarlos. Animado, Tepeyolotli comienza haciendo capas de colores rojos como la sangre, dorados como los girasoles, verdes como las plantas, y así van apareciendo capas interiores azules, moradas, plateadas de color de luna y negras como el carbón de los encinos. Éste es el origen de las vetas de minerales preciosos: cobre, plata, oro, jade, turquesas, esmeraldas, amatistas y rubíes dentro de las montañas habiendo también colorido tanto afuera como adentro de la tierra.